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viernes, 3 de octubre de 2014

Regalo de bienvenida



Como ya sabéis he pasado unos meses “out” en los que las ganas de sexo iban de la mano del estado de ánimo que tenía y ambos se paseaban por el Boulevard de la Falta de Autoestima, se tomaban una horchata en el bar “Qué jodida estoy”, se iban a bailar a la disco “Ay, que no veo la luz al final del túnel”, …  En fin, que se corrían juntos unas juergas de lo más tétricas y penosas.
Hasta que un día me levanté y los mandé a hacer gárgaras. Claro, ahora os lo cuento como si fuese fácil y todas estas cosas que se dicen, pero… ¡¡¡LOS COJONES!!!

Seguro que además de sibaritas del sexo, los que me leéis sois también personas que labran sus experiencias día a día con lo bueno y lo menos bueno, así que no hace falta que os cuente de que va este rollo de estoy mal pero luego siempre salgo…  “¡manque sea pá tomar aire!”.

El caso es que en todo momento he tenido pendiente de mí, bien a mi ladito físico cercano o bien en la distancia mediante las nuevas tecnologías, a mi amigo Lucas del que ya os hablé una vez.
Él ha sido quien ha vivido, o mejor dicho, sufrido, mi último trimestre. Ha sido mi apoyo más grande, más incluso que la familia ya que a ellos no podía contarles apenas nada de lo que me deprimía en ese momento. Sólo conocieron la parte de salud (me partí una muñeca).
Han sido unas cuantas las noches que hemos hablado y hablado y hablado… bueno, que he habado y hablado y hablado.
Ahora me doy cuenta de que aunque las conversaciones con él me sirvieron de bálsamo y desahogo, también eran la gasolina de ese par de aguafiestas del que os he hablado al principio que se iban de marcha aprovechando mi ausencia de alegría.

He tenido alquilado un pequeño apartamento en la Costa Dorada durante todo el verano y he pasado allí una larga temporada ya que también he estado de baja varias semanas, además de las vacaciones.
Una noche ya dejé de hablar tanto y empecé a reírme con las fricadas de Lucas. Tanto me reí, que no sé cómo acabé desnuda bailando una canción de Rosario, esa del bomberito, y lanzándome sobre él a mordisco limpio entre risas y cosquilleos.



Nos enrollamos como tantas otras veces lo hemos hecho antes. Con la diferencia que, a pesar de que siempre le ponemos el cariño que nos tenemos a nuestros encuentros sexuales, en esta ocasión además me hizo sentir segura, confiada y estuvo muy al tanto de no hacer nada que me echase para atrás o me entristeciera de repente.
Disfruté con gusto de sus besos, sus caricias y su polla bien tiesa a la que noté que me había echado de menos durante tiempo. Siempre nos hemos compenetrado muy bien pero también hemos respetado las épocas de emparejamiento de cada uno.
Sea como fuere, consiguió que volviese a sentir peta zetas en el interior de mi vagina. Follé mucho y me divertí aún más. Gracias Lucas.

Él, que me conoce bien y que ya había visto que día a día me iba recuperando, empezó a fantasear conmigo sobre diferentes cosas.  Me habló con mucho amor y aprovechó que sabe que confío plenamente en él para hacerme asegurarle que me dejaría llevar sin miedo en el caso de que organizara algo para mí.

Así pues el siguiente sábado me invitó a cenar en un restaurante de Tarragona que él ya sabe que me gusta mucho.  Tuvimos una cena linda. Comimos un par de exquisiteces que bañamos con un buen cava catalán. Charlamos e iniciamos una conversación medio picante en la que Lucas empezaba a dirigir hacia un terreno más sensual. Finalmente, me dijo que recordara que le había prometido dejarme llevar y confiar plenamente en su plan.  Me hizo sentir tranquila porque me demostró que él me protegía y vigilaba si algo no me fuera a gustar, pero que tenía preparada una sorpresa para mí que esperaba que me gustara y la disfrutara.

Me entregó un sobre dónde había una nota que decía así:
“Bienvenida de nuevo a tu propio ser donde habita la alegría, la fantasía y la bondad. Para que no olvides cómo eres y siempre vuelvas a renacer, te regalo un masaje relajante que no olvidarás jamás. Un beso princesa.”

¡Flipé! Qué feliz y especial me sentía.

Puesto que acepté, le pedí que me contara qué había tramado.
Lucas había contactado días antes con una pareja liberal que vive cerca de dónde estábamos. Cuando se aseguró de que eran personas de fiar, limpios, discretos, amantes del sexo libre… en fin, gente normal como nosotros, les contó brevemente mi reciente historia y estado de ánimo y los contrató para montar una noche especial.  Mientras pensaban en qué hacer, surgió en su conversación que el chico es fisioterapeuta y ahí se les encendió la bombilla a ambos: ¡organizarían una velada de masaje relajante y lo que surgiera!

Cuando ahora lo recuerdo, pienso que si Lucas me hubiese propuesto de una forma directa “swingear” un rato, seguramente le hubiese dicho que no, pero lo hizo con tanta elegancia y gracia que no era posible decirle que no.
Al terminar la cena nos encaminamos a casa de esta pareja a los que llamaré John y Yoko por su adoración a los Beatles y por la bonita historia de amor que los envuelve.  Son un poco más mayores que nosotros, muy agradables, y nos hicieron sentir cómodos, como en casa.

En el salón habían preparado una camilla de masaje, aceites esenciales, un entorno cálido, velas, música suave…  Nos presentamos cariñosamente con un beso y un abrazo. Intercambiamos una breve conversación y John me sugirió que me quedara en braguitas para hacerme el masaje.  Me sentía tan a gusto que así lo hice.  A pesar de haber cogido unos quilitos estos meses de ansiedad, me vi bonita y atractiva. Estaba relajada y eso significaba que también estaba receptiva a lo que ocurriese.

Me tumbé boca abajo o en decúbito prono como en su argot técnico lo denominan, cerré los ojos y destensé todos mis músculos.

John untó sus manos en un aceite de masaje cuyo olor no podía concretar pero en mi pituitaria se mezclaba el aroma del orégano, el anís estrellado y el cedro.  Empezó a masajearme la espalda y las cervicales, apretaba bien, con la fuerza suficiente para aliviarme y ser suave a la vez.  Me repasaba toda la columna y llegaba hasta mis glúteos para apretarlos y volver a subir hasta el cuello.

Mientras tanto, Lucas y Yoko miraban sentados desde el sofá tomando una copa y comentando en voz baja lo sensual que era la escena.  Se habían liberado de su ropa y se deleitaban con lo que sus retinas iban grabando en su memoria.

Por primera vez en meses me sentía excitada, tranquila, relajada y abierta todo a la vez.  Mérito de ello también era el hecho de que cada vez que miraba a Lucas, sus ojos estaban concentrados en los míos tanto para disfrutar de mi goce, como para llevarme rápido bien lejos de ahí si hubiese detectado cualquier signo de incomodidad por mi parte.

Minuto a minuto John iba ampliando su masaje más allá de las zonas neutras; me sacó las braguitas, me apretaba el culo y los muslos, me mordisqueaba el cuello, rozaba su pene tieso contra mi cuerpo, …
Hubo un momento en el que sentí su mano resbaladiza entre mis nalgas, frotándome el ano con la palma i deslizando un par de dedos hacia mi vagina, seguramente atraídos por el calor que de ahí se desprendía.


 Me gustan muchas cosas en el sexo, pero una de ellas es que me masturben en la posición en qué yo estaba entonces, por detrás.  Es un acto en el que van aconteciendo de forma natural movimientos tan sinuosos y excitantes que me ponen extremadamente cachonda.  Instintivamente, voy levantando un poco el culo para ir abriendo el tesoro que esconde mi sexo hasta quedarme con la cara pegada a la camilla pero el culo bien en pompa.  Me fue masturbando con auténtica dedicación, le gustaba, y en cuanto escuchó que aumentaba el tono de mis gemidos, vio claro que yo no pretendía escapar de ese rato de placer que él me proponía.  

Con sus manos grandes y venosas, me abrió el coñito que le quedaba prácticamente a la altura de la boca y empezó a comérmelo con fruición.  Su lengua era una víbora paseándose por dentro y por fuera de mi sexo, se atrevió incluso a subir hasta mi agujero semiprohibido y lamerlo y besarlo hasta chorrearlo de mi propio flujo.  Con un dedo me penetraba el ano para dilatarlo tímidamente por si en algún momento yo quisiese ser penetrada.  Combinaba esto con diferentes rechupeteos y metidas de dedos en mi joya ardiente.
En cuestión de minutos aceleró tanto mi excitación que hizo que mojara la toalla que cubría la camilla de masaje con mi flujo súper abundante.  Me giré y él me atrajo hacia el filo de la camilla para que quedara bien cerca y espatarrada ante su polla.  Era un tío delicado que mirándome a los ojos me dijo que me deseaba y que me iba a poseer; y así lo hizo casi antes de acabar la frase.
Me penetró bruscamente aunque no me hizo daño ya que yo estaba mojadísima.  También le deseaba y necesitaba que me bombeara con fuerza y así lo fue haciendo.  Estaba muy bien dotado; su polla era larga, venosa como sus manos y muy apetecible a mis ojos.

Lucas estaba flipando de verme así, en perspectiva, siendo follada por otro.  Se estaba tocando y notaba como su deseo era mayor del que esperaba, aún y así no quiso montárselo con Yoko; tan sólo se besaron y se tocaron porque él, según sus propias palabras, estaba loco por joder sólo conmigo y aún más justo después de haber pasado otra polla por mi coño.  Ella lo aceptó con una sonrisa y concluyó su placer con un dildo muy parecido a la verga de su marido.

Yo estaba disfrutando como una zorra, John me apretaba los pezones duros mientras seguía echándome el polvo del mes y de repente Lucas empezó a besarme en la boca.  Mis gemidos se los comía él, mi lengua la chupaba él… Ufffff….quería follármelo pero ¡¡ya!!
John se apartó y fue hacia su mujer a comerle las tetas mientras ella continuaba metiéndose al pequeño Johny por la raja.  Le bastaron un par de minutos para correrse y lanzar un grito de placer que nos puso más cachondos a los otros tres.


Lucas y yo habíamos estando besándonos en la boca con mucha ansia y él me mordía los pezones con un deseo inusual en su quehacer sexual.  Estaba tan terriblemente encendido, que me atrevería a decir que me miraba con un fuego lo suficientemente penetrante como para querer empalarme en su rabo duro.
Me colocó de espaldas a él con mi torso apoyado en la camilla apoyando mis pies en el suelo y me penetró por detrás abriéndose paso entre mi voluptuoso conejo sediento de SU semen.

John no había conseguido correrse a la vez que Yoko y la dejó a ella disfrutando de su postorgasmo en el sofá.  Yo le indiqué con la mano que viniese con nosotros y se sentara en mitad de la camilla con una pierna colgando a cada lado de la misma.  En cuanto vi esa polla larga y tiesa tan cerquita de mí, la cogí entre mis manos y empecé a tragármela poco a poco hasta que sentí como ese cipote me llegaba al fondo de la garganta.  Estaba riquísima. Él me había embadurnado poco antes todo el cuerpo de aceite y yo ahora hacía lo mismo con su polla llenándosela de saliva y comiéndomela con mucha hambre.

En ese momento tenía dos rabos para mí: uno en el coño y otro en la boca sintiendo a cual más rico en mi interior.

La excitación de Lucas iba in crescendo; lo noté definitivamente cuando metió su pulgar derecho en mi culo.  Yo ya había tenido un par de pequeños orgasmos sin sacarla pero necesitaba que ellos reventaran a eyacular para yo culminar con una de mis corridas más escandalosas.
Combiné la chupada a John con una majestuosa paja y le dije a Lucas que me regara por dentro porque anhelaba su leche caliente y espesa. Bum, bum, bum, bum …chupa, folla, bombea, … agghhhhh… siiiiii…..

Nos corrimos los tres prácticamente a la vez.  Lucas y yo compartimos flujo y semen en el mismo túnel del pecado y John me volvió a embadurnar pero esta vez la cara con su lefa blanca i grumosa.

Ohhhhh………. ¡Cómo lo disfruté amig@s!

Sólo puedo deciros que la rentré de Laska fue grande.  Hasta pronto.


Un beso.

miércoles, 1 de octubre de 2014

A lo María Jiménez



Antes que nada, os pido disculpas por mi silencio.

Llevo semanas y semanas intentando escribiros el porqué de mi larga ausencia. He escrito decenas de textos que luego han terminado en la papelera (la del ordenador, se entiende).


Y hoy, andando por la calle camino de la farmacia lo he visto claro, os lo soltaré de sopetón:

“¡Se acabó!”

Así, tal cual. Como María Jiménez dice en su canción.


Se acabó esta racha regular y semiagria que me ha acompañado desde finales de mayo aproximadamente.

Se acabó el bajo ánimo y el desgaste de energía hacia estupideces.

Se acabó mi relación con ÉL, se acabó mi rotura de muñeca y se acabó el dar explicaciones.


No quiero aburriros ni intentando explicaros por qué ha pasado todo esto ni intentando parchearlo con excusas externas.


Mi fragilidad temporal, propia y humana de mujer/persona, ha desplazado a Laska durante un tiempo. Pero mi alter ego es mi fuerza y ambas nos retroalimentamos.

Así pues, vuelve Laska y vuelve con la pimienta que la caracteriza.

¡Os he echado de menos!



Un beso.